JUAN RAVIOLI, EN BUSCA DE PROFUNDIDAD
“No soy buen músico”
“Sí, claro, Ravioli es mi apellido. Es muy sugerente, muy gastronómico...”, se ríe Juan Ravioli, quien, a pesar de ser solista, vive rodeado de músicos y hablando maravillas de ellos, que por supuesto son sus amigos. Actualmente toca con Flopa, Lucas Martí, Ulises Conti, Pablo Krantz; y tocó con Ariel Minimal y con Flopa-Manza-Minimal. A Juan se lo ve relajado desde su esbelto metro noventa y cinco, habla rápido, de forma amigable, y continuamente sonríe. Se nota su energía y asiente cuando se le pregunta si las cosas buenas que le pasan no se corresponden con su manera de hacer las cosas. “No me considero un gran músico. Considero que toco con grandes músicos, pero hay códigos de solidaridad. Estoy contento con cómo pasan las cosas”, reconoce.
Juan Ravioli tuvo una banda, París 1980, con la que compuso algunos de los temas de su primer disco: Album para la juventud, Vol. I (París 1980), pero encara su proyecto solista de una forma particular, que tiene que ver más con un trabajo de logística que con una cuestión artística. En esta empresa, él es director: “Creo en el trabajo colectivo. También hay una realidad y es que alguien tiene que hacerse cargo de tomar una dirección y desde que lo asumí, todo sale mejor. Antes era un quilombo”. Su disco fue gestado durante cuatro años en los que viajó a Ushuaia, tocó con otra gente, volvió, conoció más gente y se decidió a dar por finalizada su obra, en la que participan, además de los músicos de París 1980, sus amigos. Juan nombra a Mauro Taranto como una pieza fundamental en su disco, ya que en parte fue el responsable del sonido prolijo y claro. ¿Y cómo suena Album para la juventud. Vol. I? Con muchos matices y profundidades que le da la presencia de sintetizadores y efectos, los arreglos en la voz, que es dulce por demás, percusión, clarinete, teclado Rhodes y farfisa. Pero si no hubiera canciones que se sostuvieran solas, todos estos instrumentos y la producción del disco, sumada la mezcla y el mastering, el sonido final no tendría mucho sentido.
“Sé que tengo un foco muy claro en la canción —dice Juan—. Me gusta lograr que las letras no sean burdas y al mismo tiempo me gusta manejar diferentes dinámicas. Trato de ir hacia la profundidad tanto en la letra como en la música. Con la música creo jactarme que me sale mejor que con la letra.” Dice que no le gusta caer en lo cursi, pero sus canciones son todas de amor, y a veces le son inevitables las obviedades para terminar hablando de lo mismo. Su segundo disco está en camino y próximamente le pondrá un nombre a su orquesta, que ya es un grupo estable de siete músicos. “Como la de Salón de Pablo Dacal o la de Pablo Grinjot”, compara.
Juan entró al mundo de la música como un juego, ya que tenía una profesora particular, Pepa Vivanco, que los hacía tocar desde la intuición y la aventura de explorar ritmos. “La mina era re hippie, había un montón de almohadones y ella llegaba y nos hacía tocar todos los días cosas distintas, arriba de discos”, recuerda. A los 15 ingresó al conservatorio y duró lo que un suspiro. Luego estudió guitarra con un profesor de jazz y tampoco le dio mucha importancia, hasta que se encerró a tocar en su casa solo, arriba de los discos, recordando las clases de su maestra particular. “No soy analista musical, pero dicen que hay ciertas cosas que te pasan en la infancia que te marcan para toda la vida”, finaliza Juan.

Desatando nudos

Desperté sin haber podido

conciliar el sueño en tu ausencia.

La ambición puede ser mortal

y sin vos alcanzo a darme cuenta.

Tantas calles vienen a decirme

que ya no estás más

(dejame mirar por última vez tu rostro)

Solo quiero alcanzar por última vez a tocar el cielo.

Por favor, podrían silenciar

su voz

me está mortificando.

Tantas calles vienen a decirme

que ya no estás más.

Tanto tiempo desatando nudos

de recuerdos.

Juan Ravioli


La infancia es
a veces
un paseo en bicicleta
mientras los árboles
esperan
verte crecer.